miércoles, 20 de noviembre de 2013

¿Qué es la siembra y cosecha de aguas?

Rafael Fernández Rubio
  Catedrático Emérito de Hidrogeología
   Escuela Técnica Superior Ingenieros de Minas
Premio Rey Jaime I a la Protección del Medio Ambiente

Jorge Novo Negrillo
Geólogo, Master en gestión de aguas
Experto en tecnologías sostenibles,
permacultura y medio ambiente

Frente a todas las soluciones actuales que se manejan, en el inmenso campo de la gestión de las aguas, no se debe olvidar el bagaje histórico en sistemas, técnicas y dispositivos hidráulicos ancestrales, que la humanidad ha empleado mientras escribía su historia. Y, como en este blog nos corresponde, sea este relato una breve introducción a la siembra y cosecha de aguas, y a su correspondiente nomenclatura anglosajona.
Pirineo de Huesca. Foto: Rafael Fernández Rubio
Podríamos definir la siembra de agua como el conjunto de alternativas técnicas sostenibles, desarrolladas por nuestros ancestros, con las cuales se trata de lograr la mejor administración de tan valioso bien como es el agua.

Para ello, en general, se captan las aguas excedentes, procedentes de lluvias, deshielos, galerías, manantiales, etc. con el objetivo de aumentar su infiltración  en el subsuelo permeable, el cual se utiliza como almacén y/o elemento de conducción para el recurso, a fin de asegurar su presencia y aprovechamiento.
  
Sierra Pintada, Mendoza (Argentina). Foto: Rafael Fernández Rubio.
En este quehacer se maneja, sobre todo, la escorrentía superficial, que integra, a la partida del ciclo hidrológico, el agua que escurre sobre el terreno, buscando su infiltración en esas estructuras subterráneas permeables, por porosidad o fracturación, que son los acuíferos (recarga artificial).

Así, al hacer invisible a esa agua visible, podemos alimentar surgencias ladera abajo (jugando a nuestro favor con el retardo que supone el tránsito subterráneo a menores velocidades que en superficie, para asegurar la disponibilidad de agua tiempo después de las precipitaciones). También, con este objetivo, se emplean estructuras de almacenamiento natural o artificial, desde las que se puede distribuir el agua a otros puntos, para atender a la demanda para riego, abastecimiento u otros usos.

Bancales en las laderas alpujarreñas de Sierra Nevada.
Foto: García de los Reyes.
Estas actuaciones, realizadas con la pertinente planificación hidrológica y ambiental combinada, pueden aumentar los recursos de agua subterránea en determinadas zonas, y pueden ayudar a preservar la biodiversidad de los espacios naturales, prácticamente sin impacto negativo en los ecosistemas, siendo perfectamente compatibles con el entorno, lo que indudablemente supone uno de los aspectos positivos más ansiados.

En la terminología anglosajona estas técnicas se definen como "water harvesting", que podríamos traducir como "recolección de aguas", si bien personalmente, de tener que nombrarlas en inglés, prefiero englobar estos ingenios en lo que denomino “WET” de “Water Earth Technology”, acrónimo muy intuitivo dado el significado de WET en inglés: húmedo, mojado.

Aquí se agruparía un conjunto amplio de técnicas y obras ancestrales, con sus dispositivos puntuales aplicados en la gestión sostenible del agua y el suelo fértil: la siembra y cosecha de aguas.

Acequia de Almegíjar (Alpujarra). Foto: Ángel Bañuelos.
En este sentido, Frasier (1994) define a la "siembra y cosecha de agua" como el proceso de recolección de agua a partir de un área de infiltración de escorrentías; esta agua podría ser almacenada, para su posterior uso en abastecimiento de agua o riego.

Boers y Ben Asher (1982) la definen como la metodología para inducir, recoger, almacenar y conservar la escorrentía superficial en regiones áridas y semiáridas, y diferencian entre:
  • Rainwater harvesting: cuando se cosecha agua de lluvia desde áreas de captación.
En este punto se ha de realizar un pequeño inciso, ya que también hemos de considerar cuando la captura de agua y su infiltración se realiza en el mismo sitio. En este caso estaríamos hablando de "In situ Rainwater harvesting".
  • Floodwater harvesting: donde se recoge y almacena el agua desde cauces naturales, normalmente en épocas con excedentes. Modalidad esta en la que se puede actuar de dos maneras: reteniendo el agua y almacenándola en los materiales permeables del fondo del valle (riegos por inundación), o desviando el agua a otras zonas permeables.
Cabe mencionar que estos sistemas pueden ser mixtos, como en el caso de obras lineales tales como acequias, las cuales normalmente nacen en un cauce y reciben el aporte de áreas de captación durante el recorrido hasta el área de infiltración.

Acequia de Trevélez, (La Alpujarra) España.
Estos autores especifican que la cosecha de agua se puede realizar de dos maneras diferentes, dependiendo de las dimensiones del área de captación y la distancia a esta:
  •  Microcatchment water harvesting: que se realiza en microcuencas donde el área de captación tiene dimensiones reducidas, y el agua se conduce a zonas de almacenamiento cercanas.  
Aljibe en la provincia de Gerona.
Foto: Xavier Marco (http://trenca.org/es/).
En la imagen podemos ver un bello ejemplo, en la provincia de Gerona. A la izquierda de la imagen quedaría una pequeña área de captación, que corresponde con un afloramiento rocoso de morfología plana que se limpia para favorecer la escorrentía superficial, se observa como un pequeño muro de piedra en seco dirige este agua a un aljibe, para su almacenamiento.

  •  Runoff water harvesting, en la que la escorrentía se concentra desde un área de captación relativamente lejana y se utilizan sistemas de desviación como canales, muros de piedra en seco, etc. para conducirlas y almacenarla en los acuíferos, suelos de uso agrícola y/o en depósitos naturales más o menos acondicionados. Cuando el uso principal del agua es la agricultura se añade el término anglosajón "farming".  

Siembra y cosecha de agua en Potosí (Bolivia).
Foto: Rafael Fernández Rubio.
Dentro de esta última modalidad podemos encuadrar las acequias, careos y amunas que toman agua de áreas de aportación distantes para guiarlas a las zonas de interés, ya sean zonas de cultivo, zonas de infiltración y recarga, etc.




domingo, 3 de noviembre de 2013

Las técnicas ancestrales de siembra y cosecha de aguas

 
Jorge Novo Negrillo
Geólogo, Master en gestión de aguas
Experto en permacultura, medio ambiente y tecnologías sostenibles

Hace meses el profesor D. Rafael Fernández Rubio me propuso, en el contexto de mi "proyecto de fin de Máster en Gestión de Recursos Hídricos", iniciar una búsqueda hacia el encuentro con las técnicas ancestrales de siembra y cosecha de agua...
La temática era muy sugerente, se aunaban con esta mis conocimientos como profesional de la geología, mis inquietudes personales vocacionales hacia lo natural y mis perspectivas de conocimiento sobre la gestión sostenible del suelo fértil y del agua. No podía pedir más.
 
En un principio, el objetivo se centraba en la comparación de "amunas" y "careos" (acequias de alta montaña, que se realizan con la función principal de recarga artificial de aguas, procedentes de precipitaciones y deshielos, en medios permeables tales como macizos rocosos fisurados y suelos alterados desarrollados sobre ellos), pero pronto el camino se convirtió en un apasionante "viaje por la historia de la humanidad". 

Como tenaz perseguidor de los entuertos que se me planteaban, una de las comparaciones pertinentes, en mi opinión, partía de encontrar las raíces de estas "artes" de la siembra de aguas. Así comencé la búsqueda, primero bibliográfica y enseguida en el terreno de la exploración virtual terrestre (visores en base a imágenes satelitales, etc.), en la que encontré una nueva manera de interpretar el mundo, leyendo directamente de este "libro" llamado: Tierra.
 
Hoy se me plantea esbozar los hallazgos  encontrados hasta la fecha y la verdad no sé por dónde empezar. Este comienzo ha de ser quizás una declaración de intenciones personales, pues todo lo que escribo lo digo desde ese “sólo sé que no sé nada” socrático.
Si en algo me equivoco tengan a bien corregirme, bien recibidas serán las críticas, con este mirar constructivo que nos caracteriza; así, juntos y entre todos, es cómo podremos re-aprender estas técnicas que, en gran parte, cayeron en el olvido.   

Fotos: R. Fernández Rubio.                                                                        

domingo, 13 de octubre de 2013

La siembra de agua, las acequias: imaginando sus orígenes.



Jorge Novo Negrillo.
Geólogo, Master en gestión de aguas. 
Experto en permacultura, medio ambiente y tecnologías sostenibles.

Desde los primeros surcos que condujeron agua, convertidos en acequias y canales en su madurar, se tuvo claro que la gravedad era un factor decisivo en el manejo de las aguas. A favor de la gravedad, era fácil, relativamente, dirigir el agua.

Se parte del concepto de graduar la energía potencial del agua, captada en las alturas, para dirigirla a su destino elegido, lo que en terminología de los acequieros se denomina “levantar el agua”. Para mantener esta energía potencial, con las mínimas pérdidas posibles, lo más sencillo es mantener la cota, adecuando una ligera pendiente en la construcción, a favor de la dirección que ha de seguir el agua guiada; la finalidad, aparte del transporte, es muchas veces aumentar la infiltración en el terreno.

Si observamos la naturaleza, podemos intuir muchos modelos donde el humano pudo haber observado las claves que originaron estas técnicas. La intuición apunta directamente a que ciertos sistemas de siembra de agua partieron de la observación del medio: Así estos "caminos del agua" (acequias) pudieron ser inspirados, en mi opinión, en caminos de animales e incluso del mismo hombre, las pistas y veredas dejadas, que fueron tomadas por las aguas, dando lugar a caminos del agua.


Veredas en una ladera.
Podemos visualizar esta tesitura en lugares montañosos de todo el mundo, donde los mamíferos que se desplazan por las laderas (hombres, vicuñas, Yak, etc.), realizan sus travesías a la misma cota, buscando el ahorro de energía, manteniendo un gradiente de pendiente constante .

Si estas rutas son muy frecuentadas el desgaste del terreno, con el tránsito y con el tiempo, da lugar a una sección cóncava por la cual puede circular el agua. 
En los casos en los que estas veredas se cruzan con cauces naturales es incluso posible que desvíen, en mayor o menor grado, parte del caudal de los mismos en periodos de crecidas.

Así, cuando se producen las precipitaciones, el agua de escorrentía discurre por la superficie de la ladera, tendiendo a concentrarse en las zonas de menores cotas, como barrancos y cauces fluviales.

Escorrentía sobre la ladera.
Ahora, observando la imagen adjunta, podemos imaginar la trayectoria de una gota que circula por la ladera y que, al llegar al camino-vereda que mencionábamos, evidentemente, cambiará su trayectoria.

 Efecto sobre los flujos superficiales al intersectar con las veredas.
Quizás este hecho, que hemos expuesto, sea lo que inspiró a los primeros "ingenieros del agua", o quizás fuesen otros modelos naturales. En todo caso, la consecuencia trascendente fue que el hombre logró entender cómo dominar un recurso imprescindible, que antes era indomable...



martes, 23 de julio de 2013

Agua, tierra y hombre: resumiendo el pasado.

Jorge Novo Negrillo.
Geólogo, Master en gestión de aguas.    
Experto en permacultura, medio ambiente y tecnologías sostenibles.


 La Tierra. Océano Pacífico,
Cuando utilicé por primera vez el Google Earth hubo una imagen que me fascinó: lo que llamamos planeta Tierra, visto desde el espacio, bien merece ser llamado planeta Agua. Es este elemento el que condiciona la vida de este mundo único, y su presencia ha sido, y será, clave para la supervivencia de los seres vivos que en él se cobijan.

En la superficie planetaria se aprecian tres entornos bien diferenciados: los océanos, las tierras emergidas y los casquetes polares. Están formadas por agua, netamente, dos de estos: los océanos, con aguas de alta salinidad, y los casquetes polares, formados por aguas congeladas de muy baja salinidad.

Las tierras emergidas (islas y continentes) las conforman los materiales geológicos que afloran sobre el nivel de las aguas marinas.

En estos medios también podemos encontrar un alto índice de agua, aunque distribuida de manera diferente, dependiendo de factores que determinan los diferentes climas globales o las características propias de pequeños enclaves que generan microclimas locales. Así en unas zonas emergidas del planeta este elemento abunda, mientras que en otras es escaso o tiene características fisicoquímicas que lo hacen inadecuado para la vida. 


La Tierra. Polo Sur y Australia.
Fue en estos medios continentales donde vio la luz y evolucionó la humanidad que, como todas las especies vivientes conocidas, necesitó proveerse de agua, en cantidad suficiente y de calidad adecuada para su supervivencia.

Cuando hablamos de "humanidad", podemos afirmar (a la vista de los descubrimientos paleontológicos) que todo empezó en África; y fue así que en este continente surgieron, y desde él se expandieron  nuestros primeros ancestros, que en diversos éxodos  descubrieron y habitaron territorios vírgenes, a lo largo y ancho del globo.

Factor clave en estos éxodos fueron las condiciones climáticas, que se han venido sucediendo a lo largo de la historia de nuestro planeta, y que están relatados en sus rocas. Pero fue el último (por ahora) período glacial importante el determinante para nuestra especie, ya que parece ser que fue al final de éste cuando la especie humana moderna tuvo su "exitosa" expansión, que nos encaminó a cada uno al lugar donde nos encontramos.

Durante esta última glaciación (Würm), que se inició hace 100.000 años y terminó hace 10.000 años aproximadamente, dos son las grandes razas de homínidos sobre el globo: Homo Neanderthalensis que presuntamente se extinguió hace 25.000 años, y Homo Sapiens; cabe decir que en algunas localizaciones otros homínidos resistieron hasta hace poco (por ejemplo el Hombre de Flores), quedando abierta la historia de la humanidad a los hallazgos que nos depare el futuro.

La Tierra. África
Y, en nuestra óptica, en este devenir de nuestros antepasados, la domesticación del agua comienza a final de ese período frío, y se extiende en esos no pequeños cambios climáticos que condicionaron la evolución de las primeras sociedades. En este caminar por el planeta la población sapiens cambió sus hábitos, de cazador recolector a un modo de vida sedentario, basado en la agricultura y ganadería. Hablamos de la revolución agrícola del Neolítico, tiempo en el pudieron iniciarse las técnicas de siembra y cosecha de agua.

Pensemos que desde el Neolítico (revolución agrícola humana) ya existían numerosos asentamientos sedentarios, y estos pueblos sin duda dependían de un cierto conocimiento de las aguas, que les pudo llevar a ocupar nuevos territorios en su expansión por el mundo. Estas técnicas, sin duda, se integraron en la propia naturaleza humana, dándose una estrecha comunión entre las actuaciones antrópicas y los procesos naturales.
 
Domesticar al agua fue y será siempre la clave del éxito para la supervivencia humana. Al fin y al cabo, la tierra marca las reglas del juego y nuestros antepasados esto lo tenían presente en su día a día.